LUNES, 9 DE
JULIO DE 2012
Tal Cual
Funcionarios están en altísimo riesgo porque armados y fuera de funciones confrontan delincuentes más vivos. Especialistas coinciden en que su entrenamiento debería ir a la no intervención o resistencia
KEILYN ITRIAGO MARRUFO
Funcionarios están en altísimo riesgo porque armados y fuera de funciones confrontan delincuentes más vivos. Especialistas coinciden en que su entrenamiento debería ir a la no intervención o resistencia
KEILYN ITRIAGO MARRUFO
La
velocidad con la que viene operando el hampa da evidencia de que el cierre de
2012 será mucho más violento para el grupo de funcionarios policiales y
militares con relación al año 2011, cuando el total fue de 200 efectivos
asesinados. La muerte del agente del Cicpc, adscrito a la Brigada contra
Bandas, Ernesto Ferreira, vino a sumar la cifra de 52 uniformados asesinados en
este primer semestre en la Gran Caracas. Y, a nivel nacional, según las
estimaciones del criminólogo Fermín Mármol García, el número sobrepasa las 140
víctimas.
"El espiral de violencia no se detiene en Venezuela porque no hay razones
para que se pare", señala el experto, quien asegura que no se manejan
móviles de sicariato ni venganza ya que los uniformados han caído tal como ha
pasado con un ciudadano común. Aclara que el 80% de éstos estaban en franco de
servicio, es decir, disfrutando de su día u horario libre.
NO HAY CULEBRA, PERO SÍ IRRESPETO
Así como pasó con Ferreira, a quien lo atacaron a tiros para quitarle su
camioneta Toyota Fortuner, a la gran mayoría de los funcionarios les han
arrebatado armas de fuego, celulares, vehículos o motocicletas. Pero, en su
contra ha jugado un factor que los hace mucho más vulnerables, que es el hecho
de estar armados, según explica el sociólogo y vocero de la ONG Paz Activa,
Luis Cedeño. "Las probabilidades de cualquier persona en un entorno urbano
de resultar herido aumentan 10 veces estando armados", señala.
Cedeño asegura que el arma los hace un objetivo más apetecible y robarla
termina siendo como una surte de recompensa al delincuente. De esta forma se da
la famosa transferencia de armas orgánicas que se ilegalizan en manos de los
antisociales.
Mármol García manifiesta que pese a que efectivamente el delincuente
mayoritariamente no sabe que se trataba de un funcionario policial o militar,
cuando se da cuenta poco le importa. A su juicio, el atracador venezolano es
agresivo, violento, temerario y tiene muy poco respeto hacia la autoridad.
"La debilidad que tienen las instituciones del sistema de administración
de justicia genera una impunidad, que a su vez genera una imitación, en donde
la ecuación es: en Venezuela es fácil cometer delitos porque nunca hay
castigo", apunta.
MENOS RESISTENCIA
El entrenamiento en los fuerzas de seguridad del país, que es bastante reactivo
según Cedeño, se convierte para él en una de las causas por las que los hechos
delictivos terminan dejando saldos de sangre. Al policía le cuesta desprenderse
de sus funciones estando fuera de servicio, "caen en una suerte de esquema
de hacer un juramento hipocrático. Si ven una situación irregular frente a
ellos, suelen intervenir y esto los pone a perder porque están solos, sin
chalecos ni protección", agrega Cedeño, quien indica que este apego al
ejercicio profesional funciona con los médicos de 24 horas porque ellos no
ponen en riesgo su vida, como sí ocurre con los uniformados.
De acuerdo con Cedeño, policías y sobre todo militares, son recursos humanos
valiosos, difíciles de entrenar y en los cuales el Estado ha invertido bastante
dinero, por lo que la pérdida de cualquiera de ellos es cara. Pero, cada vez se
hace difícil cambiar esos patrones actitudinales de entrenamiento en los
policías para salvaguardar la vida de ellos y la de los ciudadanos.
También, para el sociólogo, opera una especie de presión grupal de parte de sus
pares. "Llegas al día siguiente a tu trabajo y cómo le dices a tus
compañeros que te robaron sin tener un chalequeo acostumbrado", indica.
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