domingo, 3 de enero de 2010

La regulación eléctrica a Centros Comerciales disminuye nuestro espacio social.

El espacio público urbano es el espacio por excelencia para la construcción del ciudadano y el capital social de una sociedad. El capital social tiene una de sus expresiones en la capacidad de un individuo de asociarse y formar redes y estas sólo se pueden desarrollar en el espacio público; este espacio es donde el individuo se hace parte de un colectivo compartiendo en un mismo espacio las expresiones económicas, políticas, económicas y culturales de una sociedad. Sin un espacio adecuado para el desarrollo de estas actividades y en especial si no se tiene espacio público, a los ciudadanos les quedan pocas alternativas para su desarrollo integral como individuos que forman un colectivo social.

Uno de los elementos que se presentan como fundamentales en el diseño urbano para la prevención del delito es el uso de la iluminación en los espacios públicos urbanos como factor disuasivo del delito. Esto se ha dejado de cumplir en muchos casos en parques, plazas y corredores viales a lo largo y ancho del territorio nacional en la medida que estos no son mantenidos ni recuperados. En algunos casos estos espacios se han convertido en lugares propicios para que la delincuencia funcione con la impunidad y cobijo que da la oscuridad de la noche. La respuesta ha sido el abandono de estos espacios públicos que tradicionalmente disfrutaba la ciudadanía, tales como los bulevares y plazas a favor de espacios que ofrecen más tranquilidad y seguridad a sus usuarios: los centros comerciales. Los centros comerciales se han convertido en la alternativa de esparcimiento para muchas personas y donde ulteriormente hacen su vida social; limitar ahora ese espacio a través de la regulación del consumo de energía a un número de horas predeterminada es limitar la vida social del venezolano y su capacidad de desarrollarse como individuos en sociedad.

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