Recientemente fui a una mesa de análisis en un conocido programa de radio donde se invitaron a periodistas de los principales periódicos que cubren la fuente de sucesos para hablar sobre la violencia y la criminalidad en el país. Estaba también yo allí como invitado especialista en el tema, pero ciertamente no soy comunicador social pero mi contacto con ellos siempre ha sido una relación simbiótica donde ambas partes nos beneficiamos. Esto se da con principal intensidad en Venezuela, donde los cuerpos de seguridad del Estado dejaron de ser fuente oficial de indicadores de violencia y delito. La continua retroalimentación de información entre los periodistas y especialistas como uno es lo que ha permitido al venezolano estar informado del principal problema que los afecta: la inseguridad.
Pero esta situación ha complejizado la labor de estos periodistas. Las fuentes de información ya no están disponibles con facilidad y muchos de ellos coinciden en las morgues en busca de levantar ese dato elusivo que es ¿Cuántas muertes violentas ocurrieron en el fin de semana? Queda claro que el tener que levantar información prácticamente en el lugar de los sucesos les ha hecho el trabajo más difícil, pero también ha desembocado en que estos periodistas desarrollen otro rol: asistir a los familiares de las víctimas.
Para los familiares de las víctimas, más específicamente las de homicidios, frente a altísimos índices de impunidad (97%) y de falta de respuesta por parte de las autoridades, al único que pueden recurrir y que de hecho se hace presente, es el periodista que cubre la fuente. Los familiares ven como única alternativa hacer la denuncia a los medios con la esperanza que su caso no caiga en el olvido al igual que los otros miles que se quedan sin respuesta año tras año. Pero el periodista tampoco es ajeno al dolor que presencia día a día, lo cual le ha dado la experiencia y el tacto para abordar a estos familiares no solo para extraerles información, sino también para fungir como psicólogo improvisado que escucha a las víctimas y les brinda apoyo, en muchos casos expresados en acompañamientos en los cuales el periodista lleva al familiar a diversos espacios para que haga eco de sus denuncias y su búsqueda de justicia. En la mayoría de los casos la única reparación que llegan a tener es una reseña periodística y un oyente ávido en el momento de su pérdida. Estas actitudes y acciones de estos periodistas viene a llenar un vacío con respecto a una responsabilidad ineludible del Estado: la atención a las víctimas.
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